LA CONSTELACIÓN DEL GRECO - Antonio Hernández-Sonseca

Los clásicos de la pintura con sus novedades diáfanas nos empujar a suscribir en la vida un serio compromiso con la realidad; ellos no actuaban como funcionarios al servicio de los gustos de la clientela o satisfaciendo como bufones los caprichos de los mecenazgos; tampoco se contentaban con la trompetería y la pirotécnica de los aplausos. Proclamaron con su arte un espectacular manifiesto en aras de la libertad. Ignorarles representa una afrenta contra la verdad y contra nosotros mismos.

Asumo el slogan de Juan de Mairena: “QUIERO SEMBRAR PREOCUPACIONES”. Una mirada que sirva a otros de luz.

Noble tarea la tentativa de conseguir ese nivel de conocimiento que nos reclame un trabajo gustoso, un silencio extático y un fervor reflexivo, sumergiéndonos en esta constelación de espejos maravillosos con tantas coincidencias de pensamiento y eludiendo esa pasividad actualmente tan alentada por los medios de comunicación.

Autor: Antonio Hernández-Sonseca Pérez

Nunca supe disimular mi pasión amante por la Ciudad Imperial, por su Catedral Primada y por “El Griego de Toledo”. Inmensa deuda les tengo.

Esta pasión hacia estas raíces vitales me ha movido en mi biografía y en mi horizonte cultural. Espero que siga ardiente dentro de la memoria de mi alma.

Como testimonio ofrezco a mis posibles lectores una gavilla de pinceladas personales que, como una buena compañía en las manos, puedan ayudarles a gozar y ver mejor la trama oculta del arte y algunos secretos de sus artífices, al encontrarnos con estos maestros a quienes he denominado “La constelación del Greco”. No tengamos miedo a la excelencia.

Unirnos ante cada cuadro y contemplar bien es mi ambición. “El sentido de cada cosa es la forma suprema de su coexistencia con las demás”, escribió Ortega y Gasset. Nada más pido a cambio ¿soñar con la gloria literaria que condecoran el marketing y los montajes publicitarios? Sería un espejismo.

Si debo confesar mi predilección hacia esas expresiones del arte no catalogadas y sin relevancia nominal pública, como una pequeña tabla flamenca o una vidriera transfiguradora de luces. Si llegas a descubrir su belleza, la necesitas para vivir.